CURSO “EL NUEVO PROTOCOLO PARA LOS NUEVOS TIEMPOS”
Curso UNED-OURENSE, 13 DE ABRIL DE 2015
Os paso el resumen de mi intervención del lunes 13 de abril de 2015 en Ourense.
RESUMEN:
“El
protocolo es la expresión plástica del poder”. Esta frase, atribuida a Jordi
Pujol, sintetiza uno de los rasgos más determinantes del protocolo: su
adaptabilidad. Pero también lo reconduce a un ámbito específico de actuación:
el poder político. La hermenéutica del poder se manifiesta a través de un
conjunto de representaciones visuales, a través de las cuales las instituciones
políticas canalizan su comunicación con los gobernados.
El
protocolo como imagen del poder. Es tan antiguo como el hombre. Existe y
existirá mientras haya un poder detentado por alguien. Y tan antiguo como el
mismo es el carácter legitimador y propagandístico que ceremonial y protocolo
suponen. El protocolo como imagen del poder, no es especialmente aceptado hoy
en día, -o al menos no es aceptado con agrado- por existir una identificación
protocolo=poder que lo convierte en un axioma quimérico desvirtualizador de
ambos.
Cuando
se hacen extrapolaciones sociales de las manifestaciones jurídicas del
protocolo, el mismo siempre aparece vinculado a honorificiencia. El protocolo
se considera una manifestación honorífica. Las precedencias, los tratamientos,
etc… se consideran una muestra de la atribución de una determinada consideración
hacia una determinada persona o institución. Pero el protocolo, como cualquier
otra manifestación jurídica, tiene dos vertientes: una subjetiva y una
objetiva. En su vertiente subjetiva el protocolo es una muestra de unos
determinados privilegios concedidos a una persona por la detentación de una
determinada posición o puesto jerárquico. Pero en su vertiente objetiva, el
protocolo es una manifestación de autoridad más de un político o de un oficial o
servidor público. Como sostenía el gran jurista y romanista Alvaro d’Ors, con
frecuencia confundimos la potestas con
la auctoritas. Puede que sea un signo
de los tiempos que corren. Sólo la auctoritas,
como legitimación socialmente reconocida, puede devolver al protocolo su
papel de manifestación del orden. La potestas
termina generando vacuidad y rechazo… Por ello el protocolo debe
contemplarse más como una manifestación de autoridad, que como un poder
político.
Comentarios