SOMOS PROTOCOLISTAS.
A quien corresponda...

El protocolo es una disciplina que se encuentra en las primeras etapas de su vertebración científica. No hay consenso en una definición y lo que es más importante en el alcance de la misma, lo que genera un problema terminológico importante, porque toda la construcción científica que queramos hacer de la misma dependerá de ello.
No existe unanimidad a la hora de determinar el concepto de protocolo, y ello es esencial pues dependiendo de lo que consideremos que es o no el protocolo, así podremos o no usarlo en ciertos ámbitos o con ciertas determinaciones, especificaciones o limitaciones.
Si partimos de la definición contenida en el diccionario de la RAE (“Regla ceremonial o palatina establecida por decreto o costumbre”), sólo podemos considerar protocolo aquellas reglas aplicables a las ceremonias o los actos de palacio que están normados legal o consuetudinariamente. El protocolo sería así el nombre que recibirían determinadas normas aplicables en unos ámbitos específicos, es decir un ordenamiento jurídico específico aplicado a ciertos ámbitos espacio-temporales. Así, siguiendo esta definición M.ª Teresa Otero lleva muchos años diciendo que el protocolo queda limitado a las ceremonias oficiales del Estado y a los casos de participación de autoridades e instituciones del Estado en ceremonias no oficiales.
Tradicionalmente (todo el mundo) se parte de la definición etimológica de la palabra y se dice hasta la saciedad que el término “procede del latin “protocolum”, que a su vez procede del griego (protos, primero, y Kollum, pegar y se refiere a la primera hoja pegada con engrudo). Lo cual es incorrecto porque antiguamente las hojas no se pegaban se cosían. Pero en todo caso, que etimológicamente signifique eso no tiene nada que ver con lo que hoy en día entendemos como protocolo.
Lo primero que hay que decir es que la palabra “protocolo” con la acepción que le damos hoy en día no existe en España en nuestra historia pasada.
El primer diccionario castellano que conocemos es el “Tesoro de la lengua castellana o española”, de Sebastián de Covarrubias Orozco (ed. Castalia), cuya primera edición es de 1611, imprenta de Luis Sánchez. En él, la palabra protocolo si existe. Pero la definición que se da de protocolo es “El libro original de actos públicos (esto nos hace pensar que podemos haberlo encontrado, pero sigamos adelante leyendo) (latine protocolum, del griego protocolof); y en este libro se pone lo sustancial del acto y de la personas y testigos, con día, mes y año y lugar. Éste está obligado el notario a extenderle en escritura, en la forma común para satisfacción de las partes y notoriedad de la verdad. Díjose de proto, primum, et colo, membrum, por ser miembro principal del cuerpo de la escritura que ha de extender y el primero”.
Luego en el siglo XVII, la palabra protocolo no sólo no tiene la significación que hoy en día le atribuimos sino que sólo se utiliza para los llamados “protocolos notariales”, libro donde se registran por el notario, en cuanto fedatario público, aquellos actos jurídico documentados reconocidos y exigibles jurídicamente por la comunidad.
Si avanzamos en el tiempo podemos consultar otro clásico: el “Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia”, de Joaquín de Escriche:
PROTOCOLO. “Esta palabra viene de la voz griega protes que significa primero en su línea, y de la latina collium o collatio que significa comparación o cotejo. Entre los romanos protocollum era lo que estaba escrito á la cabeza del papel, donde solia ponerse al tiempo de su fabricación; pero entre nosotros protocolo tiene tres significaciones, pues se llama así el minutario en que el escribano nota brevemente la sustancia de un acto ó contrato, la escritura matriz que el escribano estiende con arreglo a derecho en un libro encuadrernado de pliego entero, y este ismo libro ó registro en que el escribano estiende las escrituras matrices á medida que se van otorgando. Esta última significación es la que se halla mas en uso; y así se entiende por protocolo el libro encuadernado de pliego de papel entero, en que el escribano pone y guarda su orden las escrituras o instrumentos que pasan ante él, para sacar y dar en cualquier tiempo las copias que necesiten los interesados y conformar o comprobar las que ya se hubiesen dado en cado de dudarse de la verdad de su contenido. El protocolo se llama también registro".
Curiosamente antes de esta palabra figura otra PROTOCOLAR O PROTOCOLIZAR "Poner o incluir en el protocolo".
¿Saben Vds. La fecha del diccionario de Escriche? 1874-1876. Luego a fines del siglo XIX la palabra protocolo no se usaba con la acepción que le damos hoy en día y sólo iba referida a los protocolos notariales.
Curiosamente no existe en el diccionario la palabra ceremonial, lo que significa que no se utilizaba en legislación ni en jurisprudencia.
Desconozco en qué momento la palabra protocolo comienza a usarse con el significado que tiene hoy en día en España (les prometo que estoy en ello y que lo buscaré), pero sospecho que es el siglo XX. Hoy se habla de "protocolo de emergencia", "protocolo de actuación ante incendios" incluso recientemente mi Universidad me remitió un "protocolo para la publicación de materiales didácticos". Y ello hace referencia tan sólo al hecho de ser una "guía". Y eso es lo que es el protocolo "una guía de desarrollo de un acto concreto". 
La legitimación de la disciplina no viene del origen del término, así que por favor dejemos de inventar cosas.
Yo creo que la palabra protocolo tiene dos significados. Strictu sensu el protocolo se limita a regular las ceremonias oficiales del Estado y la participación de las autoridades en ceremonias no oficiales, es decir, el protocolo en sentido estricto se reconduce al protocolo oficial o institucional. Pero hoy no se utiliza así sino que amplio sensu es “el conjunto de normas, usos sociales y costumbres que determinan cual es el orden de celebración de un determinado acto o evento, bien público o privado”. Sería una guía procedimental, una guía de actuación ante una situación concreta espacial y temporalmente limitada en la que una organización establece una comunicación no verbal con sus públicos. Y esa situación concreta es la que adjetiva el protocolo. Ya va siendo hora de que el Diccionario de la Real Academia acepte que la palabra "protocolo" se utiliza por la sociedad con otros significados que los reconocidos. Ya va siendo hora de que el Diccionario que tan rápidamente está dispuesto a incorporar términos extranjeros a nuestra lengua, utilice los que ya dispone y los actualice.
Y dejemos ya de poner en los rótulos de televisión y en los programas de radio "Experto en protocolo". Somos expertos en protocolo, pero de la misma manera que los "expertos en derecho" son "juristas", los "expertos en protocolo" son "protocolistas". Otro término que necesita ser incluido en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, esperemos que en su edición vigésimo tercera. 

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